Ya se ha iniciado la campaña política europea con menos argumentación que hemos conocido antes. El marketing y la demagogia no pueden encubrir los hechos.
Los españoles estamos hartos de la confrontación política que no soluciona nuestros problemas y que traslada el desastre nacional a las instancias europeas.
Los grupos nacionalistas e independentistas se centran en temas de lengua que restringen el ámbito de libertad del propio individuo, que le perjudican claramente cuando, en realidad, la ciudadanía nos recuerda que ¡da igual que los concursos de acreedores se presenten ante los Tribunales en catalán o en castellano!. La sensación de desgobierno, de que nada depende de nosotros ya y de que muchos sólo votan por un plato de lentejas, nunca había calado tanto entre un electorado dividido por el bipartidismo que hace campañas de movilización de los propios en función de la descalificación del otro ¿dónde está el ciudadano medio?
Nuestra decisión de no presentarnos a las elecciones europeas nace desde el primer momento Constitucional del Proyecto Liberal, para poner el tiempo a nuestro favor, nunca hubiéramos podido imaginar, visto el panorama, que nuestra decisión fuera tan acertada en un momento en el que la culpa recae sobre las políticas económicas liberales (1) , precisamente las que no tienen voz propia en España y las que no son defendidas por un PP conservador que sólo está interesado en ser de Derechas frente a las Izquierdas, y viceversa.
(1) Ortega y Gasset pudo afirmar: "Todo lo antiliberal es anterior al liberalismo. Nada moderno puede ser antiliberal porque lo antiliberal era lo que existía precisamente en la sociedad antes del liberalismo".
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