Despejada la incógnita de capitalización de las entidades españolas necesitadas por su debilidad en el mercado financiero y siendo una noticia positiva para España, no es menos cierto que la mayoría de ciudadanos se siguen preguntando sobre si la administración que estas entidades van a realizar de este apoyo servirá a sus intereses más inmediatos o si, como ya sucediera, se seguirá gestionando por parte de estas entidades en vista de un beneficio propio que solo sirve para dar continuidad a la paralización de la salida de la crisis económica. La capitalización y reestructuración del sistema financiero español es insuficiente si el Gobierno no recupera el poder político sobre la economía.
Evidentemente, esta situación le devuelve a la política una supremacía sobre el sector financiero, en cuanto a su supervisión, que nunca debió perder. Si bien la dependencia de España de grupos financieros cada vez mayores, tipo Eurogrupo, no deja de significar que España depende, por su falta de liquidez, de los recursos financieros de otros países. Por este motivo se echa en falta una mayor dosis de humildad por parte del Gobierno español a la hora de reconocer esta ayuda que Europa ofrece porque España la necesita. Y se ha llegado a este punto por dos motivos, a) por la imprudencia de los partidos políticos que nos han gobernado hasta este momento depredando los recursos sin pensar en la propia sostenibilidad, principalmente PP y PSOE y b) porque las entidades financieras le han vendido nuevamente la moto a los políticos que han venido defendiendo en los últimos años la solvencia y fortaleza de un sistema que, en realidad, estaba arriesgando por encima de sus propias garantías, a corto y medio plazo.