6/12/08

Discurso del 30 aniversario de la Constitución Española.

Señoras, Señores, miembros del Proyecto Liberal Español:

Antes de hablar, en el tercer día de la muerte de la última víctima a manos de ETA, les pido que se pongan en pie y guardemos un minuto de silencio por el Sr. Ignacio Uría. Gracias:


Treinta años después de ser promulgada nuestra Constitución española estamos reunidos para conmemorarla con orgullo. Ha transcurrido el primer año desde que fuera Constituido el Proyecto Liberal Español y es por este motivo por lo que el día 6 de diciembre de 2008 dedicado a la Constitución española toma especial significación para nosotros como Liberales, pues es la primera vez que damos a conocer nuestra opinión sobre la Constitución vigente, un texto fundamental que, con sus virtudes y defectos, regula la convivencia y recoge los derechos y deberes de los ciudadanos.

Recordemos que fueron los Liberales quienes, a principios del siglo XIX lucharon, muy a menudo al precio del exilio y de sus vidas, para imponer en Europa este sistema Constitucional que le otorga la mayoría de edad política a través del sistema de representatividad democrático a los pueblos de Occidente.

Si hay algo que destacar de la Carta Magna es que ha servido durante treinta años para traer, salvada la violencia terrorista, la Paz Social y la estabilidad de los sucesivos gobiernos democráticos. El carácter de permanencia que ha adquirido durante este largo período la Constitución española no debe confundirse con el inmovilismo, pues para seguir manteniendo su eficacia, el Texto Constitucional debe contemplar, como es normal y lógico, las realidades actuales de la Sociedad moderna y su evolución.

La Sociedad siempre va por delante de un sistema jurídico-político que, más que nunca, cuando tiene que desarrollar los preceptos Constitucionales encuentra contradicciones en su práctica y, a menudo, lo que es peor, desvirtúa el propio texto Constitucional cuando intenta encajar en él las realidades políticas artificiales, que no son queridas ni entendidas por la mayoría de la sociedad; pero que terminan imponiéndose reglamentariamente, a través del marketing político o por vía de no ejecución de las Sentencias de los Tribunales. Estos artificios pretenden básicamente el relajamiento de las formas de Estado, para acabar así dando paso a unas tesis minoritarias, extremistas, que debilitan al propio Estado.

Este riesgo latente de los localismos excluyentes es el que, hoy por hoy, nos lleva a decir que conviene a España -y así lo estima todavía oportuno una gran mayoría de españoles- el sistema Monárquico Constitucional como punto neutral de referencia común. Como Liberales consideramos que, por estos motivos, continúa siendo hoy necesaria la figura del Monarca como símbolo de la unidad y expresión de la Jefatura del Estado, es ésta una figura que siendo respetada, no es inamovible, y que está sujeta a revisión Constitucional conforme se adecue su función a la necesidad razonable de su existencia con el paso del tiempo.

En oposición a la claridad del Texto Constitucional, que no necesita interpretación, los ciudadanos hemos permitido que sea políticamente incorrecto hablar de la unidad de España, que la bandera española no sea ya el símbolo de esa unidad y que el idioma común a todos los españoles, el castellano, no se hable en todas las escuelas. Ha llegado el momento de que esa mayoría silenciosa se haga sentir, de que haga valer y respetar sus derechos y libertades. Pero hay algo que nos preocupa mucho más que todo eso, se trata de la indefensión que están padeciendo muchos españoles ante un cuadro de crisis económica generalizado, mundial y que, especialmente se encuentra agravado en España por el efecto del paro y la incertidumbre económica y ante eso, la Constitución nada puede hacer, porque su expresión es la de desear cómo tienen que ser las cosas, el deber ser, mientras que la responsabilidad de cómo son en realidad, por tanto, es de quienes han Gobernado y de los que nos Gobiernan. En consecuencia, deja de tener relevancia alguna de qué nacionalidad es cada uno cuando lo que está en juego es la propia supervivencia de cada cual.

De esta manera, el desideratum Constitucional de que los jóvenes puedan acceder a una vivienda, al empleo, de que las mujeres equiparen sus derechos a los hombres y de que los discapacitados obtengan sus ayudas sociales cae en desuso, pues la realidad es contradictoria con el Texto Constitucional porque los recursos económicos son escasos y limitados: así, la improvisación política nos ha llevado a la falta de empleo de calidad y estable que impide la adquisición de una vivienda para los jóvenes; el motor de la Construcción se ha frenado como consecuencia de olvidar el fin social de toda empresa; se ha impedido la diversificación del tejido empresarial creando el monopolio y la dependencia de un crecimiento insostenible que confunde interesadamente el lícito beneficio con la especulación; una mujer sigue cobrando un sueldo inferior al de un hombre realizando las mismas tareas y la inexistencia de guarderías de bajo coste obliga a las mujeres de clase media a quedarse en el hogar para evitar el desmesurado gasto de cuidar a los hijos. Hoy, pagar para que cuiden de tus hijos no significa quererlos menos. Los españoles ya hemos superado una mentalidad antigua. Tanto es así que, en el sistema moderno, para vivir con calidad hace falta solvencia económica y nada de todo esto lo tenemos garantizado constitucionalmente. Sin embargo, sí hay algo que permanece inmanente, y son los derechos personales e individuales, la libertad que todo español mayor de edad puede ejercer dentro de nuestro territorio y es aquí, en cómo ejercer la libertad -con respeto hacia los demás empezando por uno mismo- donde se puede realizar una reforma constitucional activa y responsable, de tal manera que la Constitución sea un texto eficaz, es decir moderno, consecuente con el cumplimiento de su función, con su propio valor.

La Constitución fue un invento liberal para cumplir un fin normativo, todo en el sistema democrático encaja buscando o pretendiendo una finalidad. Pero cuando lo que ha funcionado durante treinta años y ha garantizado la convivencia y la Paz Social de los españoles, se utiliza para otra cosa, deja de utilizarse correctamente, emergen las consecuencias de este desuso -como estamos viendo hoy en España- que son nefastas, no sólo para el nivel político o el jurídico, sino también para el económico y el social, siendo este último siempre el más perjudicado, pues es el más desamparado al depender, al final, cada hombre de sí mismo y cada vez menos de la familia.

La persona estaría completamente desprotegida sino fuera por la cobertura de Derechos y Obligaciones Constitucionales que la envuelven en sucesivas capas entorno al núcleo de los Derechos Fundamentales. El Liberalismo, por tanto, tal y como Uds. pueden comprobar, sigue cumpliendo con su función protectora del individuo también hoy en España, de ahí el sentido de nuestro nacimiento como partido político liberal y estructural que cree en el ideal liberal que considera a cada hombre como un mundo en sí mismo, único e irremplazable. El Liberalismo, desde hace más de tres Siglos, protege al hombre más humilde contra los totalitarismos de izquierdas o de derechas.

¿Cómo podemos mejorar los liberales el sistema materialista en el que nos hemos instalado, cómo podemos ir más allá de lo económico? retornando a lo natural, a la cultura que nos eleva, a consolidar el presente ya Constituido creando oportunidades para un futuro inteligente, preservando en la Constitución el espíritu esencial del humanismo liberal que nos considera a todos como personas. Podemos ayudar a las personas porque los liberales formamos parte de los pilares democráticos, de la pluralidad y tradición política que han dado lugar a lo que hoy conocemos como España.

¡Viva España! ¡Viva la Constitución!
15/12/2008: Sentencia sobre la obligación de que la bandera de España ondee en las Instituciones: http://www.elmundo.es/elmundo/2008/12/15/espana/1229345400.html

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