5/10/08

Los años de especulación han provocado que se construya mucho y mal, confundiéndose con el beneficio.

Se ha trabajado a destajo. La construcción ha sido uno de los principales motores de nuestra economía que más ha enriquecido a promotores y constructores y que más perjuicio social le ha causado a los trabajadores sobre los que se sostiene. Las calidades, los materiales empleados, el número de viviendas construidas y la mala ejecución del personal no cualificado nos sitúan en lo que puede llamarse una mala gestión o administración del sector, desviándose de la finalidad social que debería cumplir para la creación de empleo estructural y a la finalidad civil por el tipo de producto que ofrece: la vivienda. Hubiera sido deseable extender en el tiempo el beneficio de una industria próspera en España; pero no, teníamos que acabar con ella exprimiendo cuanto antes su capacidad de generar empleo y riqueza, crecimiento en definitiva. Cuando edificamos una montaña los recursos quedan extinguidos con esa acción, a diferencia de otros sectores que se diferencian por la sostenibilidad constante de su oferta en función de la demanda, en la Construcción se han excedido todos los parámetros de mercado, convirtiendo a la vivienda, al hogar, en un objeto de negocio mercantil de poca calidad de manera comparativa a cómo se construye en los países europeos avanzados. El Liberalismo comparte la idea del legítimo beneficio empresarial y detesta la especulación a toda costa.

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