Darle a los entes locales la oportunidad de intervenir en una pieza clave para el turismo y las comunicaciones como es el aeropuerto de Palma es permitir la flexibilización de los usos aeroportuarios en función de dinámicas propias. Esto permitiría, por ejemplo, luchar a favor de la desestacionalización promocionando aquellas líneas o tipos de vuelo que facilitaran la estancia de turistas en las Islas Baleares fuera de las épocas estivales.
En este sentido es previsible que exista en el medio plazo un gran número de pasajeros de los que decidan residir en las Islas y mantener sus negocios y empresas fuera de ellas, a la vista de las nuevas tecnologías, lo cual favorecería otro tipo de tránsitos que no tienen por qué estar tan ligados al turismo y que darían una estabilidad poblacional y continuidad económica durante prácticamente todo el año.
Obviamente, estas expectativas entrañan riesgos, y son aquellos que tienen que ver con la adecuación en todo momento de los recursos a las posibilidades económicas que ofrecen nuestras Islas Baleares. La falta de control de un elevado tránsito de desplazamientos poblacionales puede configurar un modelo insostenible y de poca calidad para nuestro archipiélago.
Puede comprobarse con este ejemplo cómo la simple gestión de un aeropuerto es algo más que una práctica política descentralizadora, pues los controles a los que debe someterse esta decisión seguirán dependiendo del Estado central, tal es su responsabilidad, pues en el momento en el que las cosas no funcionan, como hemos visto que sucede en estos tiempos de crisis y de conflictividad social siempre se busca un culpable que suele caer lejos de quienes, en realidad, han causado los problemas.
Por lo tanto, la cogestión aeroportuaria eficaz, bien definida, rentable y flexible puede ser un instrumento dinamizador de la economía balear; pero también puede servir a su degradación.
El aeropuerto de Palma de Mallorca no sólo es rentable, sino que por número de tránsitos aéreos y pasajeros se equipara y supera en ocasiones a los principales de España: Madrid y Barcelona. Sin embargo el calado político que tiene la cogestión aeroportuaria en esas regiones no tiene nada que ver con el caso Balear, pues aquí la gestión ya es correcta, eficiente y productiva, se trata por tanto únicamente de optimizar este recurso y no llevarlo a ser una pieza más del juego político que se ha demostrado inútil a la hora de favorecer los intereses propios de las Islas Baleares.
Existen otro tipo de riesgos, tienen que ver con una gestión cerrada, no transparente, excesivamente mercantilizada y politizada, lo cual conllevaría, como decimos la misma situación de ineficacia y ruina económica que ya padecen otras regiones españolas que no han sabido utilizar sus recursos y mucho menos controlarlos para que perduren.
La cogestión del aeropuerto de Palma es un reto superado por la propia práctica, mientras otras regiones aspiran a esta cogestión para salir de una situación deficitaria aquí partimos de una situación equilibrada y rentable. Un motivo más para actuar con la prudencia y la búsqueda de la perfección de quienes no van a entrar en un terreno sin sembrar, sino que ya hace muchos años que da sus frutos a las Islas Baleares. Esto facilitará la determinación de las responsabilidades, la cogestión del aeropuerto puede marcar un antes y un después efectivamente; pero si lo que ha de venir es peor que lo que se ha tenido también se sabrá a quién juzgar por ello.
La cogestión del aeropuerto de Palma no debe hacerse a cualquier precio, sino es el de la mejora de la competitividad, la creación de puestos de trabajo, la creación de nuevos segmentos turísticos y la descentralización administrativa controlada desde el Estado central para garantizar la seguridad y las decisiones que no contemplen el interés general de todos los usuarios, sobre todo para que las esferas de cogestión privatizadas no impidan su funcionalidad como aeropuerto al servicio público de los ciudadanos.
No hay más que recordar aquí las huelgas de los distintos prestadores de servicios que ponen en jaque el funcionamiento del aeropuerto cuando se producen anomalías en cualquiera de los sectores involucrados en el funcionamiento del aeropuerto: tales como huelgas encubiertas de los controladores aéreos, huelgas de pilotos, manos caídas de cargadores de maletas o reivindicaciones del personal de la limpieza. Además de los robos y atentados que se perpetran aprovechando la concentración de vehículos en las áreas de aparcamiento, apagones de luz y un largo etcétera.
En este sentido es previsible que exista en el medio plazo un gran número de pasajeros de los que decidan residir en las Islas y mantener sus negocios y empresas fuera de ellas, a la vista de las nuevas tecnologías, lo cual favorecería otro tipo de tránsitos que no tienen por qué estar tan ligados al turismo y que darían una estabilidad poblacional y continuidad económica durante prácticamente todo el año.
Obviamente, estas expectativas entrañan riesgos, y son aquellos que tienen que ver con la adecuación en todo momento de los recursos a las posibilidades económicas que ofrecen nuestras Islas Baleares. La falta de control de un elevado tránsito de desplazamientos poblacionales puede configurar un modelo insostenible y de poca calidad para nuestro archipiélago.
Puede comprobarse con este ejemplo cómo la simple gestión de un aeropuerto es algo más que una práctica política descentralizadora, pues los controles a los que debe someterse esta decisión seguirán dependiendo del Estado central, tal es su responsabilidad, pues en el momento en el que las cosas no funcionan, como hemos visto que sucede en estos tiempos de crisis y de conflictividad social siempre se busca un culpable que suele caer lejos de quienes, en realidad, han causado los problemas.
Por lo tanto, la cogestión aeroportuaria eficaz, bien definida, rentable y flexible puede ser un instrumento dinamizador de la economía balear; pero también puede servir a su degradación.
El aeropuerto de Palma de Mallorca no sólo es rentable, sino que por número de tránsitos aéreos y pasajeros se equipara y supera en ocasiones a los principales de España: Madrid y Barcelona. Sin embargo el calado político que tiene la cogestión aeroportuaria en esas regiones no tiene nada que ver con el caso Balear, pues aquí la gestión ya es correcta, eficiente y productiva, se trata por tanto únicamente de optimizar este recurso y no llevarlo a ser una pieza más del juego político que se ha demostrado inútil a la hora de favorecer los intereses propios de las Islas Baleares.
Existen otro tipo de riesgos, tienen que ver con una gestión cerrada, no transparente, excesivamente mercantilizada y politizada, lo cual conllevaría, como decimos la misma situación de ineficacia y ruina económica que ya padecen otras regiones españolas que no han sabido utilizar sus recursos y mucho menos controlarlos para que perduren.
La cogestión del aeropuerto de Palma es un reto superado por la propia práctica, mientras otras regiones aspiran a esta cogestión para salir de una situación deficitaria aquí partimos de una situación equilibrada y rentable. Un motivo más para actuar con la prudencia y la búsqueda de la perfección de quienes no van a entrar en un terreno sin sembrar, sino que ya hace muchos años que da sus frutos a las Islas Baleares. Esto facilitará la determinación de las responsabilidades, la cogestión del aeropuerto puede marcar un antes y un después efectivamente; pero si lo que ha de venir es peor que lo que se ha tenido también se sabrá a quién juzgar por ello.
La cogestión del aeropuerto de Palma no debe hacerse a cualquier precio, sino es el de la mejora de la competitividad, la creación de puestos de trabajo, la creación de nuevos segmentos turísticos y la descentralización administrativa controlada desde el Estado central para garantizar la seguridad y las decisiones que no contemplen el interés general de todos los usuarios, sobre todo para que las esferas de cogestión privatizadas no impidan su funcionalidad como aeropuerto al servicio público de los ciudadanos.
No hay más que recordar aquí las huelgas de los distintos prestadores de servicios que ponen en jaque el funcionamiento del aeropuerto cuando se producen anomalías en cualquiera de los sectores involucrados en el funcionamiento del aeropuerto: tales como huelgas encubiertas de los controladores aéreos, huelgas de pilotos, manos caídas de cargadores de maletas o reivindicaciones del personal de la limpieza. Además de los robos y atentados que se perpetran aprovechando la concentración de vehículos en las áreas de aparcamiento, apagones de luz y un largo etcétera.
La cogestión del aeropuerto de Palma, por la trascendencia que este elemento puede consolidar para la evolución y desarrollo de los ciudadanos de las Islas Baleares, que recordemos dependen en mayor medida que nadie de los tránsitos aéreos inter islas y con la península, es decisiva; pero de nada servirá la cogestión si no somos capaces de atender estas necesidades de los que habitamos las propias Islas si convertimos el aeropuerto en una mera pasarela de líneas aéreas, hasta incluso continentales, que no repartirán la riqueza que generen entre la propia población de las Islas a pesar de ser los residentes quienes asumimos en el tiempo el coste de la cogestión.
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