26/11/12

Victoria amarga del nacionalismo en Cataluña.

Ante todo felicitar a los catalanes que han ejercido su derecho a voto de una manera democrática y participativa sin precedentes. Son las elecciones con menos abstención y menos votos blancos de los últimos años. La incógnita ha sido despejada, una gran mayoría de catalanes que desea la independencia no ha confiado en la representación de CIU para llevar a cabo su proyecto independentista. En consecuencia, la victoria de este partido nacionalista en realidad es un claro ejemplo de cómo funciona el sistema democrático español que autoregula las tensiones, los extremismos y los movimientos que no van en consonancia al deseo general de la población española. Existe, por tanto, una moderación democrática semejante en todas y cada una de las regiones españolas.

Ahora bien, cabe plantearse qué hubiera sucedido si CIU hubiera conseguido la mayoría absoluta en esta legislatura, algo nada descartable a la vista del crecimiento de los partidos nacionalistas independentistas y más concretamente qué hubiera sucedido con las Islas Baleares de haberse instalado en el poder, en el Parlamento Catalán, la iniciativa independentista. La contestación para nosotros debe ser rotunda, ni siquiera con una mayoría absoluta -no es la primera vez que CIU la obtiene con otro discurso que no era el independentismo extremista- este partido detenta la legitimidad democrática necesaria para plantear la secesión de esta región española. De hecho, los partidos de corte estatal también obtienen a menudo este respaldo de la mayoría de los ciudadanos y no por ello plantean este tipo de cuestiones tan profundas al tiempo que peligrosas para la estabilidad y el progreso de nuestro país. Muchos partidos tienen la mayoría absoluta pero una gestión que no sabe aprovecharla hace que en las siguientes elecciones la pierdan, dando así paso al balanceo democrático que nos caracteriza. 

De esta manera, una cuestión tan importante como la independencia de Cataluña respecto de España no puede decidirse en unas elecciones democráticas, en el cortoplacismo electoral, sino que se debe encauzar en la figura igualmente democrática del refrendo o referéndum del pueblo. 

Por lo tanto, estos resultados son tranquilizantes por cuanto dejan de tensionar la expectativa de un referéndum del pueblo que pusiera a prueba, que midiera el deseo de independentismo catalanista. Los electores catalanes han votado masivamente hacia opciones con un discurso político tradicional, centrado en la resolución de los conflictos, no en su creación artificial y esta expresión en este momento aplaza el derecho a decidir el futuro de Cataluña por esta vía.

Cataluña es mucho más que cualquier partido político, y las urnas han hablado. Tanto que estas primeras impresiones son insuficientes para saber a día de hoy cuál será el decurso de la legislatura. Los partidos de corte estatal han afianzado su idea de una Cataluña dentro de España, en este sentido el PSOE pierde a favor de ERC; pero se libera de la tensión nacionalista interna que ha estado a punto de hacerle perder estas elecciones por unos resultados todavía peores de lo que se anunciaba iban a tener de no haber sido por la decisión de afrontar la campaña prescindiendo de esta influencia nacionalistas de izquierdas que ha tenido que buscar otras alternativas para afluir. Dejamos pues estos análisis secundarios para el decurso de la Legislatura y felicitamos hoy a nuestros hermanos catalanes por su decisión fundada en el sentido común y el deseo de solucionar los graves problemas estructurales que aquejan a esa histórica región española, tanto como al resto de España.  

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