Así lo pone de manifiesto el grave déficit presupuestario por el que atraviesa el Gobierno de España, al que no le queda más remedio que reclamar la deuda acumulada de las CCAA respecto del Estado y amenazar con una posible subida de impuestos, algo que ya tenemos dicho los liberales que sería del todo contraproducente para recuperar la senda del crecimiento económico.
Nota de 28/08/09: El Gobierno confirma la subida de impuestos: http://www.mallorcadiario.com/index.php?option=com_content&task=view&id=47227&Itemid=31
Las CCAA autónomas actúan no sólo conforme a sus propios intereses, lo cual sería legítimo, sino en función de las influencias que por su color político pueden ejercer en el Gobierno central, algo entendible desde el punto de vista político; pero cuando estas influencias tienen un trasfondo económico para mantener a los grupúsculos nacionalistas satisfechos a costa del Estado la cosa empieza a cambiar. Un sistema de contrapesos es admisible en democracia como una solución política a la excesiva monopolización de los partidos mayoritarios, en España PP y PSOE; pero de la manera que se está construyendo en España produce finalmente el efecto de que los políticos intermedios ejercen mayor liderazgo y capacidad de decisión en el conjunto del Estado que el propio Jefe del Ejecutivo y Presidente del Gobierno. Cuando a estos políticos intermedios e intermediarios se les niega el pan y la sal amenazan con salir a la calle antes de que el TS adelante su Sentencia sobre el Estatuto de Cataluña, todo un despropósito democrático que sitúa a España en un terreno que ya no es ni pragmático ni utilitarista, sino de expolio de los recursos del Estado para fines que no son realistas o, por lo menos, a los que habría que dedicar el esfuerzo cuando millones de españoles van a afrontar el otoño-invierno más duro de su vida.
Las CCAA autónomas actúan no sólo conforme a sus propios intereses, lo cual sería legítimo, sino en función de las influencias que por su color político pueden ejercer en el Gobierno central, algo entendible desde el punto de vista político; pero cuando estas influencias tienen un trasfondo económico para mantener a los grupúsculos nacionalistas satisfechos a costa del Estado la cosa empieza a cambiar. Un sistema de contrapesos es admisible en democracia como una solución política a la excesiva monopolización de los partidos mayoritarios, en España PP y PSOE; pero de la manera que se está construyendo en España produce finalmente el efecto de que los políticos intermedios ejercen mayor liderazgo y capacidad de decisión en el conjunto del Estado que el propio Jefe del Ejecutivo y Presidente del Gobierno. Cuando a estos políticos intermedios e intermediarios se les niega el pan y la sal amenazan con salir a la calle antes de que el TS adelante su Sentencia sobre el Estatuto de Cataluña, todo un despropósito democrático que sitúa a España en un terreno que ya no es ni pragmático ni utilitarista, sino de expolio de los recursos del Estado para fines que no son realistas o, por lo menos, a los que habría que dedicar el esfuerzo cuando millones de españoles van a afrontar el otoño-invierno más duro de su vida.
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